miércoles, 17 de noviembre de 2010

Verdugo derribado



Cada mañana, Emilio Eduardo Massera, durante su participación en la Marina de Guerra Argentina, se dedicó a transformar oficiales en torturadores, secuestradores y asesinos. Sin embargo, nunca se imaginó que, en el 2002, un tormento interno, como lo es un aneurisma vascular deterioraría su vida hasta tal punto de convertirlo en un discapacitado. La última noche de su vida, la pasó en una cama del Hospital Naval de Buenos Aires. Massera murió el lunes 8 de noviembre, a los 85 años, luego de haber escuchado una sola condena judicial en su vida, a prisión perpetua, dictada por la Cámara Federal porteña en 1985.

Massera egresó en 1946 con el rango de guardiamarina y más adelante fue alumno de la Escuela de las Américas y del Interamerican Defence College de Washington, donde recibió formación en guerra antisubversiva. De regreso a la Argentina, durante la presidencia de Juan Domingo Perón cumplió destino en el Ministerio de Marina, y luego en el Servicio de Inteligencia naval hasta que fue ascendido al rango de capitán de navío y nombrado comandante de la fragata ARA Libertad (Q-2).

Dictadura inevitable

El 24 de marzo de 1976, Massera lideró junto con Videla y Agosti el movimiento golpista que derrocó al inestable gobierno de Isabel Perón. El silenciamiento de la difusión de "ideas opuestas a la civilización occidental y cristiana" redundó en la desaparición de una cifra de 30.000 personas, incluyendo un importante número de sacerdotes y monjas tercermundistas, pese a lo cual la relación de Massera con la Iglesia Católica fue siempre excelente. Asimismo, La Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA), bajo la dirección de Massera, fue uno de los centros de detención más grandes y espantosos del país.

Emilio Eduardo fue, entre todos los militares que protagonizaron el golpe de Estado de marzo de 1976 y el terrible "Proceso de Reorganización Nacional", el que más aspiraciones políticas alimentó. De hecho, pretendió incluso presentarse como candidato a la presidencia de la nación, recién acabada la dictadura militar.

Una política frustrada

Massera se separó del gobierno el 16 de septiembre de 1978, cuando aun le faltaban dos años para terminar su Comandancia para dedicarse a la política. Tras el fin de la dictadura, fue investigado por el organismo creado ad hoc específicamente encargado de la instrucción sobre la guerra sucia y el terrorismo de Estado, la CONADEP.

El 16 de enero de 1983, se presenta como candidato a Presidente de la Nación por el Partido para la Democracia Social, pero el 21 de junio del mismo año es detenido por el Juez Federal Oscar Mario Salvi por la presunta participación en la desaparición del empresario Fernando Branca, con lo que fue así imposibilitado para participar de la contienda electoral.

El 22 de abril de 1985 fue juzgado por violaciones a los derechos humanos, asesinato, tortura y privación ilegal de la libertad, y condenado a prisión perpetua y pérdida del grado militar por los siguientes delitos: 3 homicidios con alevosía, 12 tormentos, 69 privaciones ilegales de libertad, 7 robos, 17 desnudos públicos y 3 vandalismos pueriless. El 29 de diciembre de 1990 fue indultado por el entonces presidente Carlos Saúl Menem y recuperó la libertad hasta 1998, cuando fue nuevamente puesto en prisión preventiva por causas relativas al secuestro y denegación de identidad a menores durante su gobierno por la jueza María Servini de Cubría que se basaba en que la apropiación de menores y los restantes cargos imputados por estar considerados delitos contra la humanidad no prescriben.

Massera no pasó todos estos años en la cárcel, como ordenó aquel tribunal, sino que salió en libertad poco después, en 1990, gracias al indulto concedido por el presidente peronista Carlos Menem. En 1998 los jueces volvieron a imputarle por el delito de robo y secuestro de niños (hijos de mujeres desaparecidas tras pasar por instalaciones militares de la Armada) y en 2007, con el gobierno de Néstor Kirchner, la Corte Suprema declaró "inconstitucionales" los indultos de Menem y las leyes de Obediencia Debida y ordenó reabrir todos los casos de asesinatos ocurridos durante la dictadura. Para entonces, sin embargo, Massera ya estaba lo suficientemente enfermo y loco como para ser declarado "incapaz".

Un fin a esta locura
Según palabras del periodista Horacio Verbitsky, que dirige hoy el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), el almirante Massera se caracterizó por "su impostación operística, su debilidad por las actrices más jóvenes y por las metáforas más arcaicas, bíblicas, dentro de lo posible". Fue el menos gris de los integrantes de las Juntas militares, pero no porque fuera más brillante o inteligente o menos cruel, sino porque disfrutaba con su papel público y exhibía encantado su poder. Conspiró contra sus compañeros militares, pero no para limitar la sangrienta locura en la que se habían implicado, sino para reclamar mayor parte del botín y de la "gloria".

Es difícil describir las torturas, vejaciones y horrores que se cometieron en los centros clandestinos de detención que controló el almirante Emilio Massera. El informe elaborado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), que creó el presidente Alfonsín y que presidió el escritor Ernesto Sábato, recogió detalladamente la manera sistemática, organizada y disciplinada en la que se torturó y asesinó. La causa por los secuestros, quebrantos y asesinatos cometidos en el amplio grupo de edificios de la ESMA, a la salida de Buenos Aires, se está llevando a cabo actualmente en el Tribunal Federal número cinco, con 19 imputados. El tribunal tomó declaración precisamente ayer al cardenal Jorge Bergoglio, en relación con la desaparición de dos sacerdotes, "chupados" por un grupo de operaciones de la Armada.

Aquellos que se vieron afectados por este verdugo creen que ni siquiera la muerte es castigo suficiente. De lo que sí se puede estar seguro, es que un alma con tantas muertes encima no podrá descansar en paz.

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